Parte de la selección de mi primer poemario "Poemas errantes"
Llamé a tu puerta cuatro o
cinco veces
sin recibir respuesta.
Me marché pateando piedras
y esquivando razones sin
entender.
Caía la noche
y la luna acompañaba mi
caminar,
mientras tú,
tendido mirando al infinito,
me llamabas sin nombrarme.
Por las aceras grité tu
nombre en vano,
los faroles se apagaban con
paciencia
y quedé a oscuras.
Me senté en el parque como
queriendo olvidarte
y conté estrellas en tu
ausencia.
El silbido del viento me
invitaba a volar,
cuando las hojas secas caían
y evocaban tristes melodías.
Era el tiempo de los amantes
y yo sólo estaba ahí,
con la mirada perdida
y tu imagen arrugada entre
mis manos,
que anidé como el último
tesoro.
Descrucé mis piernas,
me aferré a mi abrigo.
Era tarde, la cuidad estaba
oscura;
las calles vacías
y mis ojos aún llamaban en
vano tu nombre.
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